Para este ejercicio final dentro del curso he optado por la primera opción, por lo que voy a compartir con todas y todos mis reflexiones a cerca de qué podemos hacer como empleadas y empleados públicos para impulsar la igualdad de trato y no discriminación.
Primero debo comentar la suerte que tengo, ya que en mi puesto de trabajo no me he enfrentado todavía a ninguna situación discriminatoria, al menos que pudiese calificar como grave, intencionada o consciente.
Como tuve ocasión de comentar, yo mismo tengo la condición de persona con discapacidad, y en ningún caso he sentido nunca, ni por parte de mis compañeros ni de mis superiores, un trato discriminatorio, siquiera leve, hacia mi persona. Más al contrario, solamente he encontrado facilidades, tanto por mis compañeros, pues tienen en cuenta mis necesidades especiales en determinados momentos, como por parte de mis superiores, quienes me facilitan al máximo el desempeño de mis funciones y se adaptan a los momentos en los que tengo que ausentarme por tener que visitar a los especialistas sanitarios.
Muchas veces no somos conscientes de la importancia que los pequeños gestos o comentarios, tanto en un sentido como en otro, pueden tener en las personas. En el ámbito de la igualdad entre mujeres y hombres, podemos referirnos a los micromachismos, pero que podemos extender al resto de circunstancias personales o sociales que motivan esas "microdiscriminaciones". Son esos pequeños comentarios o chascarrillos que se pueden hacer, casi siempre sin maldad, pero que suponen una discriminación en toda regla, o esos prejuicios inconscientes que sesgan totalmente nuestra opinión sobre ciertas personas.
Creo que debemos intentar aplicarnos continuamente un filtro, cuestionar cada pensamiento u acción que llevamos a cabo como empleadas y empleados públicos, y analizar así si con ello somos partícipes de una desigualdad de cualquier tipo, pues, como ya digo y hemos tenido ocasión de aprender en este curso, muchas de ellas no se realizan directamente o de forma consciente.
Si queremos una sociedad más justa, esta debe perseguir la igualdad real y efectiva, y desde las administraciones públicas debemos ser, tanto si atendemos directamente a la ciudadanía como si no, ejemplares y precursores de ello, pues debemos ser el espejo en el que mirarse el resto de la sociedad.
Debemos huir de prejuicios y ser defensores a ultranza de la igualdad, plantarnos ante cualquier situación de trato discriminatorio que veamos en nuestros organismos, y de esta forma cortar de raíz cualquier situación que podría perpetuarse en el tiempo.
Como hemos visto, hay muchos tipos de desigualdades, por lo que muchas veces detectarlas no es sencillo, pero debemos autoexigirnos ese esfuerzo. El ordenamiento jurídico nos brinda suficientes recursos para ser conscientes de ello, y para poco a poco ir desterrando de la sociedad los comportamientos discriminatorios, incluso con las medidas más contundentes cuando la vulneración del principio de igualdad llega a su máxima expresión.
Para finalizar, quiero animaros a todas y a todos en este camino a seguir, pues la igualdad no entiende de edades, ideologías o credos. La igualdad es cosa de toda la sociedad, y hay que situarla en el lugar donde merece estar para que más bien pronto que tarde podamos decir que las administraciones públicas son lugares libres de cualquier tipo de discriminación.
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