En esta entrada voy a explicar, en base a lo propuesto en el módulo 1 del curso sobre igualdad de trato y no discriminación del INAP, una experiencia que marcó mi vida de forma determinante.
Desde los 12 años padezco una patología médica que ha condicionado las distintas etapas de mi vida, y por la cual tengo reconocida la condición de persona con discapacidad.
En algunos momentos de mi vida he sufrido algunos episodios de discapacidad interiorizada, al sentirme fuera de contexto en ciertas situaciones, sobre todo en la adolescencia, lo que provocaba un distanciamiento con mis grupos de iguales, todo motivado por mi condición de discapacidad.
Pero el episodio más determinante en mi vida, fue durante mi etapa universitaria. Debido a mi condición, no podía acudir regularmente a clase, y al comienzo de cada semestre, les comunicaba a los profesores mi situación, presentando informes médicos de ser necesario, dado que los estudios eran presenciales.
La respuesta de casi la totalidad de ellos era la de comprensión, y simplemente no tenían en cuenta las posibles faltas de asistencia a la hora de las evaluaciones.
El momento clave fue durante mi tercer año de carrera, donde una profesora con la que había comentado la situación y habiéndome indicado que no había problemas al respecto, en el momento de la celebración de un examen (al cual no te podías presentar si faltabas un determinado número de clases), delante de más de 200 personas, me indica que no puedo hacer el examen dado que he faltado a más del número máximo de clases permitidas. Le explico que ya había comentado con ella la situación, y que no me había puesto problema alguno, pero ahora se negaba a que lo realizase. Para mí, un caso claro de discriminación directa abierta (al ser tratado de forma menos favorable que al resto de mis compañeros por mi condición de persona con discapacidad), pero al final entra en razón y me dice que puedo realizar el examen.
Mi sorpresa fue cuando veo la nota del examen: 3,5 sobre 10, cuando había realizado un muy buen examen, habiéndole incluso explicado días antes a algunos compañeros en la biblioteca algunos conceptos que aparecían en el examen.
Cuando fui a la revisión, el trato fue bastante desagradable, y toda la respuesta que obtuve fue que no había comprendido correctamente algunos conceptos, y que otros estaban incompletos.
La siguiente sorpresa fue cuando, al año siguiente, vuelvo a matricularme de la misma asignatura (era optativa, y por amor propio, pese a haber podido matricularme de cualquier otra), y me presento al examen de la convocatoria de enero. Hago un buen examen, y otra sorpresa con la nota: 4,5. Vuelvo a acudir a la revisión, y en esta ocasión, le pido repasar punto por punto lo que ella considera que falta en cada pregunta. Rebato algunos de sus argumentos con el libro de referencia, y la respuesta de la profesora: "estas preguntas son incompletas porque deberías haber utilizado otro manual diferente al que utilizamos en clase, ya que profundiza más en la cuestión a tratar".
Y así es como descubrí en mis propias carnes la discriminación directa oculta, pues intentó basar su decisión en otros motivos académicos, cuando en realidad, su verdadera causa era precisamente mi situación de persona con discapacidad (espero, eso sí, que no fuera su intención, y no fuese consciente del daño que hacía. Creo que a la profesora le hubiese venido bien un curso como el que estamos realizando, para conocer lo incorrecto de su comportamiento.
P.D. Aprobé la asignatura con un 9,5 en la convocatoria extraordinaria.
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